Read in English | Leer en ingles | Ku Akhri af Soomaali | Leer más de Education Lab en español
Los edificios escolares de Washington estarán cerrados durante el resto del año escolar, como mínimo.
Les resulta difícil al más de 1 millón de estudiantes que actualmente están en casa saber cuándo volverán a aprender en las aulas con sus compañeros: Descifrar cuándo debe reanudarse la escuela exige un cálculo complicado.
El jefe de escuelas estatales Chris Reykdal dijo en una conferencia de prensa a principios de abril que los líderes escolares debían prepararse para la posibilidad de que los cierres pudieran llegar al otoño.
Las autoridades responsables deben considerar el alcance de la llegada del virus —quién está infectado, recuperado e inmune— pero, además, saber cuán bien equipadas están para mantener al virus a raya. Es decir, sin contar con una vacuna, que podría tardar más de un año en ser desarrollada. Y las escuelas están en una categoría propia: a diferencia de otros espacios públicos, como restaurantes, bares y parques, las personas tienen obligación de ingresar a los edificios de las escuelas públicas como mínimo todos los días hábiles.
A principios de abril, en Washington, los signos han comenzado a mostrar un dejo de esperanza. Los pronósticos de mortalidad han disminuido con respecto a las estimaciones iniciales. El número de hospitalizaciones se está manteniendo estable. Es posible que Washington sea uno de los primeros lugares de EE. UU. que haya “aplanado la curva”.
Pero estos análisis recientes llegan con una advertencia: los expertos afirman que las proyecciones solo son confiables si la gente cumple fielmente las reglas de distanciamiento social y mantiene los lugares de reunión públicos, incluidas las escuelas, cerrados.
De tal modo, ¿cuándo se podrá reabrir las escuelas en verdaderas condiciones de seguridad?
Aunque los funcionarios educativos apuestan por el otoño, es difícil predecir cuándo será seguro reanudar las lecciones presenciales. “Es posible que la cronología para las medidas como el cierre de las escuelas cambie con el paso del tiempo, a medida que surja nueva información y veamos qué camino toma el brote”, explicó en marzo Danielle Koenig, vocera del equipo de respuestas sobre coronavirus del Centro de Información Conjunto del estado. Ahora que la escuela está cerrada durante el resto del año escolar, “las decisiones serán un poco menos especulativas, ya que Washington mantiene la curva aplanada camino al verano”, indicó otro vocero.
Ante la pregunta sobre los datos que están teniendo en cuanta, funcionarios del despacho del gobernador Inslee afirman estar monitoreando cifras de transmisión y otros datos de vigilancia sobre el virus y la enfermedad que causa, COVID-19. “En última instancia este, así como cualquier otro paso que hemos dado, se basa en el índice de casos y muertes por COVID-19”, explicó Mike Faulk, vocero del despacho del gobernador.
Los epidemiólogos son más directos. Las personas seguirán estando en riesgo hasta que la mayoría tenga inmunidad contra el virus ya sea a través de la vacuna o por la propagación extensiva en la comunidad, afirmó Yonatan Grad, profesor auxiliar de inmunología y enfermedades infecciosas en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.
Sin una vacuna, el fin de la pandemia aquí podría ser así: el distanciamiento social agresivo ayudará a aplanar el número de personas infectadas en cualquier momento dado, pero para prevenir una reaparición grave, se requieren pruebas generalizadas con el fin de detectar quiénes tienen el virus y quiénes están inmunizados. Los funcionarios gubernamentales deberán actuar con seriedad para rastrear quiénes han estado en contacto con alguien a quien se le ha diagnosticado la enfermedad, aseguró Grad. Una vez que el virus esté controlado, agregó, los funcionarios deben intentar evitar que las personas infectadas de otros lugares traigan nuevamente el coronavirus a Washington.
Estas pautas en general concuerdan con lo que indicaría que están dadas las condiciones de seguridad para reabrir las escuelas, indican los expertos. Los funcionarios educativos tienden a acordar en este punto. “La ciencia dice que es posible que no tengamos la vacuna, que es posible que no tengamos inmunidad colectiva [para el otoño], y nadie quiere que tengamos un nuevo pico máximo si súbitamente liberamos a la sociedad de sus casas para que asistan a conciertos, a partidos de fútbol americano y a la escuela”, dijo Reykdal.
De acuerdo con algunos investigadores, es posible que las escuelas resulten ser un caso especial. A medida que otros espacios públicos se abran gradualmente, puede que las escuelas estén entre los últimos lugares que se considere seguro devolver a la normalidad. A diferencia de los comercios, donde las personas pueden decidir si van o no, reabrir las escuelas obligaría a la gente a volver a lugares cerrados: aulas, pasillos, vestuarios y comedores.
“Si yo tuviera que diseñar un sistema para transmitir un virus lo más rápido posible, me costaría mucho encontrar un lugar que fuera más efectivo que una escuela”, expresó Aaron Carroll, profesor de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana.
“No solo apilamos [a los niños] adentro, sino que, además, cada 45 minutos más o menos hacemos sonar un timbre y los obligamos a trasladarse hacia otro grupo completo de personas donde los apiñamos. Y una vez al día los hacemos permanecer en un gran salón donde los hacemos comer casi encimados unos con otros”.
Esa es una potente receta para la transmisión, afirmó.
Pero las escuelas son particularmente riesgosas únicamente si los niños realmente están transmitiendo el coronavirus. No está claro si son transmisores potentes como lo son de otras afecciones como la influenza. Los niños están mayormente libres de los peores efectos del coronavirus, aunque las primeras investigaciones sugieren que tienen las mismas probabilidades que los adultos de infectarse. Si los niños lo transmiten de manera asintomática, reabrir las escuelas demasiado pronto, o todas al mismo tiempo, podría resultar desastroso.
Si los estudios muestran que los niños no son transmisores importantes, es probable que cerrar las escuelas haya tenido poco impacto para contener la propagación del virus en primer lugar. Prolongar el cierre no tendría sentido, dijo Grad. “En ese caso, sería razonable hacer que los niños volvieran a la escuela”.
Las investigaciones posiblemente contesten pronto estos interrogantes. En última instancia, simplificó Reykdal, la decisión de inicial la escuela dependerá mayormente de “la ciencia y el gobernador”.
Sin embargo, la opinión pública también debe desempeñar un papel, sugirió. Antes de que el cierre de las escuelas fuera declarado oficialmente, los índices de ausentismo entre los niños y el personal se habían disparado, un signo de que había nerviosismo entre las familias y el personal. Si la escuela reabre, dijo Reykdal que quisiera tener la seguridad de que tanto los estudiantes como el personal se sientan seguros. “Todavía no la vamos a recabar formalmente”, dijo con respecto a la opinión pública, e indicó que es probable que los intentos de su despacho de medir la percepción de la gente sean informales.
Una encuesta hecha a fines de marzo por Seattle Times a los lectores de Education Lab ofrece cierta perspectiva: el 21 % de los encuestados dijo que se sentían seguros de que sus hijos volvieran a la escuela si los edificios se reabrieran el 27 de abril —la fecha fijada inicialmente por los funcionarios para reanudar el aprendizaje presencial. Más del 52 % dijo que “estaban muy en desacuerdo” con esa idea. Una mayoría de los aproximadamente 400 encuestados dijo que eran padres.
Algunos expertos están exigiéndoles a las autoridades responsables que vayan con cautela al interpretar la percepción del público.
“Muchos de los procesos de toma de decisiones, pero [decidir abrir la escuela] en particular, revisten el peligro de estar impulsados por un pequeño número de voces muy fuertes y privilegiadas”, afirmó Ann Ishimaru, profesora auxiliar de política, organizaciones y liderazgo educativos en la Universidad de Washington. Es menos probable que se escuche a las familias vulnerables, explicó, ya que los funcionarios gubernamentales no tienen un mecanismo para solicitar sus opiniones.
Hay quienes dicen sentir que reabrir la escuela no es una decisión en la que las “personas comunes” tendrán derecho a opinar. “En una crisis no se les va a pedir a todos su opinión”, señaló Erin Okuno, que tiene dos hijos en edad de escuela primaria y que es directora ejecutiva de la coalición de educación Southeast Seattle Education Coalition. Este es un momento para que el liderazgo entre en escena, siempre y cuando sus decisiones “vengan con información transparente. bien razonada”, dijo.
La incertidumbre sobre el futuro mantiene despierta por las noches a Linda Yan, de 17 años de edad. Como estudiante de tercer año en la Escuela Secundaria de Bellevue que espera lograr ser ingeniera, aseguró que suele encontrarse descendiendo por lo que sus maestros denominan un “agujero de Wikipedia” antes de ir a la cama: generalmente revisa un grupo de cuatro o cinco modelos de proyección de COVID-19, incluso uno creado por investigadores de la UW, y las noticias.
“Quiero ser optimista y decir que es muy probable que volvamos”, afirmó. “Pero honestamente, no sé. Estoy igual que todos”.
La investigadora April Armstrong de Seattle Times contribuyó a este informe.
Traducción provista por JR Language Translation Service, Inc.